Leo Pienso Opino

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Viaje madre-hija: una experiencia única, parte IV Praga

In familia, viajes on febrero 25, 2018 at 10:11 pm

thumb_IMG_8785_1024Llegamos a Praga ya oscuro. Yo recordaba mi llegada hace 17 años a esa ciudad, también de noche, y con todo el palacio y el Puente de Carlos iluminado, es una de esas imágenes que te quedan grabadas como fotografías en tus recuerdos. Había sido como llegar a la ciudad de las princesas. Esperaba esta vez iba a ser igual, sobre todo porque quería que mi hija se asombrará también.

Como las cosas nunca son como una espera…a veces para bien y otras para mal, le preguntamos al señor de informaciones de la estación de trenes qué tan lejos era el hotel. Nos dijo que estaba a 10 minutos en metro y que era facilísimo llegar pues había una estación afuera. Nos anotó los recorridos, palabras impronunciables que nos dedicábamos a mostrar en el mismo papel y así emprendimos un viaje, con el festival de las maletas por el subterráneo de Praga. Todo bien, hasta que nos bajamos en la estación que supuestamente estaba al lado del hotel. Sorpresa sorpresa! Había que caminar como 5 cuadras y cruzar el magnífico Puente Carlos. Imaginen lo siguiente: 30 grados, oscuro, hordas de gente, ¡¡hordas!!, adoquines, 4 maletas y mochilas. Llegamos más sudadas que mormón en verano y de mirar el paisaje ni hablar.
Pero lo peor aún estaba por venir. Nuestro hotel estaba estratégicamente ubicado a la orilla del río, justo donde termina el Puente de Carlos, era un edificio antiguo precioso. Lo no tan precioso fue que nuestra habitación quedaba en las catacumbas del hotel. A nivel del agua. ¡Si! A nivel del agua, por la ventana veías el agua a través de unas rejas. Seguro en el pasado fueron las bodegas de la casa por las que se salía al río, directo al bote. ¡Si hasta tenía puerta! El olor a humedad ni les cuento. La vista macabra y la sensación de claustrofobia mayor. Mi hija, como buena millenial,  mientras tuviera una cama estaba feliz…hasta que vio que ni el wifi llegaba al búnker y ahí hizo causa común conmigo. Fui a alegar que la pieza no correspondía a la fotográfica que me habían mandado, me comentaron que el hotel estaba full así que esa noche debería dormir en el inframundo no más. Que mañana verían que se podía hacer.
Al día siguiente, el administrador me dice que así no más es la cosa y que nuestra habitación era una de las más requeridas por los pasajeros y que era primera queja que tenía…(la verdad no sé cómo, pues todavía no les conté la distribución de la super-pieza!). Le comento que es una pena, que estoy decepcionada y que deberé plasmar mi decepción en Trip Advisor y bajar su precioso 9.0 de calificación. Saliendo del desayuno ya nos tenían una solución, como compensación al problema nos darían «the most popular room» y así fue. Quedamos instaladas en un cuarto piso con regia vista, maravillosa…como nos merecíamos no más. (Moraleja: guagua que no llora no mama)


Comenzamos nuestra visita a Praga yendo al castillo, les diré que fue bastante decepcionante, eran miles de turistas caminando en hordas bajo el intenso calor. Mayoritariamente asiáticos, chinos creo yo, y con bajo nivel de respeto por el espacio del otro. No podías mirar ni la vista sin que por sobre tu hombro apareciera un selfie stick para tomar una foto. Me sentía en Disney World en temporada alta. Recorrimos la magnífica catedral gótica , el castillo, la Golden Line, la torre de la pólvora….y más me parecía estar en Disney que en algo realmente histórico, me preguntaba qué me había alucinado tanto hace casi 20 años. Seguro había menos gente, partiendo por ahí. Eran todos más amables.

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Sin embargo, todo cambió en la tarde. Nos entregamos a las calles de Praga para el sector opuesto del río y evitando las masas de gente. Y recordé por qué Praga es una de las ciudades más lindas del mundo, a pesar de que parezca museo. Sus construcciones son todas distintas pero partes de una orquesta bien afinada. Son un composé perfecto, cada una aporta al todo, las bajas, las altas, cada color pastel. Es realmente un espectáculo a la vista. La Plaza Mayor, con la catedral y sus cúpulas, las torres. Entonces, caminando por esa Praga volví a enamorarme de ella.
Al día siguiente nos esperaba un día realmente intenso, así que aprovechamos la «the most popular room» hasta más tarde. Dejamos el hotel a las 9 am y nuestro tren a Budapest salía a las 23.58 pm. Es decir, un día non stop.

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Recorrimos los canales de la ciudad, vimos los grandes edificios reflejados en el agua, pasamos por la ventana de nuestra pieza de la primera noche y disfrutamos del relajo de la navegación. En la tarde seguimos caminando por la ciudad, descubriendo pequeñas callejuelas, parando para un café o un helado y retomando rumbo.
Así y todo, a las ocho de la noche ya estábamos muertas y decidimos volver al hotel, en donde el taxi nos recogería a las diez. Para esa hora ya nos había quedado claro que no había sido un buen plan tomar un tren tan tarde, para dormir en el, llegar a las 8 de la mañana a Budapest y seguir caminando sin siquiera una ducha, pero en fin, gajes de un viaje.
A las diez nos recogió el taxi ¡y a las diez y cuarto ya estábamos en la estación!. Error de cálculos y exceso de ansiedad. Estuvimos dos horas como homeless instaladas en una sillita, mirando al rededor quienes serían nuestros compañeros de couchette (coche dormitorio para 4 que compramos en el tren). Definitivamente yo me estaba tomando demasiado en serio eso de los tiempos de holgura, y la información de los deskfront no estaba ayudando a la programación de los tiempos (el nos dijo que estábamos a media hora de la estación y yo le puse otro poco más).

Pero bueno, dejamos Praga con mi corazón reivindicado y mi hija con sus propios recuerdos de una ciudad que encanta de día y de noche. Una ciudad que a pesar de la invasion asiática de turistas bulliciosos y avasalladores aún conserva espacios en los cuales se puede ver su majestuosidad.

Es inevitable preguntarse por qué en Chile no fuimos capaces de preservar nuestro patrimonio arquitectónico y recién vinimos a reaccionar cuando se había demolido gran parte de nuestros casco histórico.  Por qué no hay medidas que incentiven  la conservación y no sea un castigo para quien es dueño de la propiedad ( porque hoy un bien considerado patrimonio tiene un valor muchísimo inferior al que no lo es, pues no permite ser vendido a inmobiliarias que harán torres enormes rentabilizando ganancias por sobre su interés a dejar un legado arquitectónico para las próximas generaciones.

En fin, la cosa fue que este viaje descubrimos junto a mi hija la Praga menos turística y mas encantadora y que sigo enamorada de ella.

Fin Parte IV, próxima semana, Budapest. Si te han gustado, comparte en tus redes sociales y comenta!

«La Manada», el estricto marco de acción de los jóvenes ABC1

In familia, reflexión, sociedad on febrero 5, 2018 at 11:37 pm

Pecora-neraTal vez esta sea la columna más políticamente incorrecta que escriba, porque se trata de una crítica al entorno que usualmente frecuento. Esa llamada clase acomodada capitalina. Esa que vive en la cota mil. Porque decir que esta es la clase media de Chile es una patudez.

Quienes me conocen saben que soy una patipelada que llegó a Santiago con su canasto del sur, por lo que me es inevitable comparar ambos mundos: el de la simpleza del pueblo con el de los intrincados dogmas sociales de la zona oriente de SCL.

No me referiré a tooodos los esquemas que vivir en este ambiente te impone, porque daría para un libro, sino que solo a los estándares que le exige a los jóvenes. Dicho esto, parto:

Hace ya varios años me llamaba la atención el que todos los jóvenes salieran de la universidad con esa necesidad vehemente de irse de viaje por un periodo a algún lugar apartado. Hablo de aquellos que generalmente estudiaron en colegios católicos, veranearon en Cachagua o Zapallar en enero y Santo Domingo o el sur en febrero y que estudiaron alguna carrera tradicional en universidades tradicionales o privadas cota mil.

Hablando con varios de ellos, la sensación que me quedó es que buscaban libertad. Pero no libertad de sus padres (que obviamente también es relevante dado estudiaban en la comodidad de su casa), sino de su entorno como un todo. Buscaban escapar del sistema, de ese que les dice antes de nacer cómo será su vida y cómo deben guiarse para no ser desterrados a la nada. Una de las chicas con las que hablé me dijo » El año que vivi fuera subí 5 kilos con cero culpa, no tenía que preocuparme de la ropa, si me gustaba algo me lo compraba y me lo ponía, como que no había una sola moda». Otra me dijo «había una chaqueta que me encantaba, pero que mis amigas me decían que era enferma de chula, en mi viaje maté con ella y la usé infinito». Otro chico me dijo «conocí gente chorísima, que jamás hubiera conocido en Chile porque los hubiera encontrado raros o no me los hubiera topado nunca».

Frases como estas me llaman la atención, parecieran superficiales, pero reflejan una generación que vive atrapada en sus propios prejuicios, que no se atreve a ser distinto, generando manadas de jóvenes clonados que le tienen terror a «meter la pata» y romper alguno de los códigos de su clase. Eso significaría un aislamiento social equivalente casi al destierro. Es entendible, y así lo dicen los sicólogos, pues la adolescencia y juventud temprana se caracterizan por la filiación y la pertenencia, por buscar grupos similares. Pero creo que los jóvenes a los que me refiero han exagerado la nota y hoy solo quieren escapar de su propia manada.

Obviamente esto no es de ahora, se ha cultivado por generaciones. Padres que también han vivido igual, y además han viajado menos, por lo que su estructura mental es aún más rígida. Para los padres de estos chicos, cuando el hijo o hija le presenta al pololo, las preguntas básicas de clasificación serán: ¿y qué estudias? ¿dónde? ¿y de qué colegio saliste?. Y el apellido, of course. Pobre del chiquillo si dice que estudia ingeniería en alguna universidad de dudosa alcurnia! O si dice que estudia pedagogía en La Católica! Esta última opción estaría bien para una niñita, pero no para quien deberá ser el proveedor de la familia. Equivocar las respuestas equivaldría a ser un yerno poco deseado. Y si es polola, la carrera no es tan relevante pero el colegio y la universidad lo son, obvio el lugar donde vive y el apellido. Pero acá se agrega una exigencia: que sea bonita y que no sea gordita.

Si hasta las palabras deben ser las correctas. No se dice fideo, se dice tallarín, no se dice once, se dice te, no se dice cena, se dice comida…..uf! En Gorbea, hablar mal era decir «dispierta», «alberja» o «chompa», pero no palabras que están bien dichas, que existen, pero que «no se dicen» porque si las dices eres de otro pelo. Ya quisiera ver a Jesús, tan querido en estos círculos, diciendo que será su «última comida» ¿o cuando dijera «última cena» pensarían que es flaitongo? Pobre Jesús, la verdad si llegara ahora, seguro no calzaría ni un metro y no lo pescarían ni un poquito!

Pero volviendo a los jóvenes, estos chicos que se van, viven su experiencia fascinados, muchos de ellos deseando volver a salir una y otra vez, porque se ven liberados de códigos, formas, clasificaciones y pueden por fin ser quienes son, sin temor a equivocarse, a pensar distinto. Porque les digo, ustedes pueden hacer una encuesta y yo le apuntaré al 100% de lo que contestaría el 90% del segmento al que me refiero en esta columna: por quién votan, qué opinan de las AFP, qué opinan del aborto, qué diario leen, dónde veranean, qué autos tienen, qué marcas no usan….
Y digo 90% porque siempre hay un 10% que se pasa su clase por donde mejor le parece y es libre como una gaviota. Ese que salió más simpático, inteligente, lindo, profundo…o qué se yo y que se le permite pensar distinto, ser excéntrico y alternativo…y hasta se le sigue a veces…ese que es cool y que puede vestirse como se le ocurre, veranear donde se le ocurre, decir lo que se le ocurre y nadie lo tacha de rasca ni de flaite. Es más, se le considera invitado imprescindible pues finalmente le da diversidad y movimiento al grupo. Es un bálsamo. Pero atención, la gracia es que lo hace como señal de rebeldía…porque si lo hace muy naturalmente ya no sería lo mismo, ahí caería en el vacio de los “rasquitas”. No es lo mismo decir “pilsen” si te sale como “rebelde” a decir “pilsen” porque en tu casa asi se dice…te debe salir divertido, rupturista.

En fin, me fui del tema otra vez. El punto es que estos jóvenes que desde hace 10 años más o menos comenzaron la masiva huida post cumplimiento de los deberes estudiantiles, están cayendo en su propia trampa (como diría el tío Emilio). Porque resulta que ahora viajar es parte del código de la manada. Irse a Australia y de ahí al sudeste es parte de lo que «todos hacen». Entonces no hacerlo y ponerse a trabajar inmediatamente habla mal de ti…porque quiere decir que no puedes, que eres más rasquita ¿vez?.

Lo divertido es que hoy te vas a Australia y te encuentras con todos tus conocidos del barrio, del colegio y la universidad, entonces, esa libertad de ser como quieres se esfuma…y estaría más cerca si te fueras a vivir a Ñuñoa, en donde seguro encontrarías gente más diversa y que te abriría más la mente que tu viaje a Oceanía.

¿Mi invitación? A ser libres de verdad, a dejar de tener miedo a la desaprobación del grupo, a ser y pensar cómo se les ocurra, a cuestionarse, a ser más tolerantes….a ser capaz de aceptar al que dice «vienesa» sin cuestionarse y sin prejuicios. A darse el tiempo para conocer al otro más allá de sus formas. A ser del 10% que es tan libre que es admirado por los demás. A asumir los costos de la desaprobación en pos de hacer lo que te gusta y a descubrir lo que te gusta!.

Cerrar esta nota diciendo que la misma chica que me dijo que le encantaba la libertad de Australia, conoció a un chico en la discoteca, cuando volvió a Chile…»era muy divertido y bien mino…pero se vestía medio chulo…así como medio de Miami, como futbolista», entonces decidió que mejor no salía más con él….porque sus amigas se matarían de la risa. Plop!

Viaje madre-hija: una experiencia única, parte III Berlin

In familia, viajes on diciembre 9, 2017 at 12:43 pm

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Llegamos a Berlín no exentas de adrenalina a mil. Por supuesto, el contenido de nuestras maletas se había expandido como si le hubieran puesto levadura. ¡La multiplicación de los panes! Así, en el aeropuerto tuvimos que ponernos tres chaquetas cada una para hacer desaparecer los 4 kilos  demás que llevábamos…¡y eso que habíamos tenido que facturar una más!.  La peor parte fue la pasada por policía, en donde con incredulidad veían como nos quitábamos ropa y más ropa. Como todo no podía ser miel sobre hojuelas, mis maravillosas cremas de lavanda holandesas (que había comprado para regalar) fueron confiscadas por ser de más de 100ml. En ese momento I wanted to cry!. El mal humor tardó su resto en disiparse.

La ciudad nos recibió con lluvia…como las demás, era como si estuviéramos viajando en el sentido de la ola de lluvia. Pero en fin, nada que un excelente hotel no pueda curar, porque la verdad esta vez si era tradicional y bueno (Movenpick). Y bien ubicado, a pasos de PotsDamer Platz, sector bastante acomodado, a decir por los precios.

Si tuviera que describir Berlín en una palabra, no podría. No es como Nueva York, o como Paris o como Londres…es distinto. Tiene una carga histórica fenomenal pero que también es contemporánea. De rescilencia. A pesar de que suene raro, diría que se respira humildad. Humildad de tanta cagada que se han mandado tal vez. No sé. Porque entre el holocausto judío y el muro de Berlín tienen para autoperdonarse un rato largo. Es como que se respira el espíritu de quien se levanta más fuerte cada caída. Resurge más grandioso.

Pero volvamos al primer día. Partimos a ver el famoso Check Point Charlie. Uno de los puntos de cruce entre este y oeste más famosos durante la época del muro. Bien turística la cuestión. El museo cuenta las travesías de quienes cruzaron de una Alemania a la otra y de quienes murieron en el intento. No pude sino recordar a los refugiados Sirios. ¿Ellos también tendrán algún día su museo y su Check Point Charlie? Porque son miles los que han muerto a vista y paciencia de todos nosotros.

Entre caminar y caminar llegamos a la Topográfica del Horror, un museo emplazado en los Head Quarter del movimiento Nazi, la Gestapo y la SS, donde se pueden ver fotos tanto del horror Nazi como de las fiestas y vida glamorosa que llevaban sus integrantes. Nuevamente me impresiona la arquitectura de esta ciudad, es que cada edificio habla por sí mismo, todo son detalles, hay arte en cada construcción.  Fue tanto el interés de mi hija en este museo que la tuve que esperar más de una hora afuera…me tome un café, me dormí una sienta y ella aún en el museo….hasta que la fui a sacar de una oreja.

Nuestro paseo siguió en el Memorial al Holocausto. Una gran plaza de bloques de hormigón en el que si te adentras, puedes sentir la opresión que debieron sentir los judíos en los trenes en que eran transportados como animales o en las cámaras de gases…atroz, pero lindo a la vez. IMG_7749

De ahí seguimos caminando (porque oh my god como caminamos) y nuestro periplo terminó en la Puerta de Brandenburgo… O eso creíamos, porque a lo lejos divisamos otro gran edificio y para allá partimos. Era el Parlamento. ¡Guau! Previa fila, obtuvimos pases para visitarlo por dentro (el Domo) al día siguiente. Cabe destacar que durante la fila, mi hija se encargó de espantar a un Iraní con su visión de Venezuela,  porque destrozó su sistema político social…y él solo quería saber si el paisaje valía la pena!

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Al final del día, la hora feliz…un poco de shopping y buena comida.

Al día siguiente compramos un ticket de transporte público diario, para ayudar en algo a nuestras ya sindicalizadas patitas. Por 7 euros nos moveríamos como peces en el agua por Berlin. Porque si hay algo que se envidia (además del metro setenta y cinco y los ojos azules de las alemanas…y alemanes) es el sistema de transporte. Simplemente maravilloso y far far  away de nuestro Chilito. Porque esto no es tan solo un tema de recursos, se trata de planificación urbana, ingeniería en serio, visión de largo plazo…Uf….(porque les recuerdo que plata para un puente elevadizo  tuvimos, el problema es que nos quedó al revés  el montaje….¡un detallito!)

Bueno, fuimos al East Side Gallery, el pedazo de muro con graffities. Lindo e ideal para tomar buenas fotos. Nos tiramos al chanco y tomamos como 50 solo ahí.. Lo feo, que muchos de ellos están rayados, una pena. Recuerdo que cuando estuve ahí hace 17 años estaban otros graffities y todo perfecto. Acá entonces podemos ver que en todas partes se cuecen habas y hay pelotudos que destruyen los espacios públicos. (Capaz que hayan sido turistas)

Entre paseo y paseo, su buen capuchino o snack. Ave María purísima los sándwiches que hay en este país! ¡Si Cecinas Tabbat no salió de un repollo! De alemanes tenía que ser. Lo mismo los panes, una delicia y la variedad atómica. Da gusto ver tanta tienda de barrio en donde uno compra su pan, uno que otro berlin y si tiene tiempo se toma, como yo, su cafecito. Esa vida de barrio en una gran urbe me da casi tanta envidia como el transporte público y la arquitectura (Y el metro setenta y ciento y los ojos azules).

Después aterrizamos en la Nueva Sinagoga, construida en el mismo lugar en donde hicieron polvo la anterior durante la guerra. De ahí partimos a la Isla de los Museos, nos costó llegar porque un mercadillo nos atrapó como dos horas. Todo era comprable. Una cosa atroz. Cosas de artistas locales que me encantaron pero que era imposible traer en la maleta, sobre todo dado que a estas alturas de viaje ya estaban con sobre venta heavy de espacio. Sin embargo, el consumismo pudo más y volvimos con unos preciosos jarros cerveceros para mi marido. Flor de cachito.

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La cosa es que llegamos a la Isla de los Museos, ¡rabia nuevamente!. ¡Cómo tienen una isla completa de museos juntos! ¡A quienes se le ocurrió esa brillante idea!. Queríamos ir al Pergamaso, pero cuando nos dijeron que la fila era de tres horas y que el altar estaba en reparación hasta el 2019, decidí que quedaría para eI siguiente viaje. Siempre uno debe tener una razón para volver, es la misma por la cual a pesar de haber estado varias veces en París no he visitado el Louvre. Así vuelvo.

Cerramos el día con la Catedral de Berlín. Si la de Colonia era linda esta no se queda ni un centímetro atrás. Y la gran gracia, al estar rodeada por un parque enorme y el río por el otro costado, permite ser contemplada con perspectiva.

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Seguimos paseando por el río hasta llegar a San Nicolas y la pileta de Sir George peleando con el dragón. Todo lindo y más lindo. Esta parte de la ciudad está llena de osos, peluches, esculturas…¿tierno no?

Almorzamos a la orilla del río, pidiendo “a la ruleta” como decía mi hija, porque los platos no logramos entenderlos ni en inglés. Mi hija todavía está traumatizada con eso de los “nudillos de puerco”, que tan pomposamente ofrecia el mozo.

Para finalizar, llegamos a un parque en donde había una manifestación a favor de la legalización de la marihuana. Pero no se equivoque, no como las chilensis, si hasta para eso son choros acá. Estaban miles de jóvenes sentados en grupos fumando marihuana, docenas de Dj en camiones poniendo música y otros tantos bailando, conciertos en varios puntos…paz y amor, todos en buena onda más volados que un zepelin. Según mi hija, todo esto es una señal de Dios para que ella se liberalice. ¡Y yo le creo!

Nuevamente, fuimos a dormir con el corazón llenito de buenas experiencias, risas y otras yerbas (menos la ilegal…semi ilegal en realidad)

El tercer día fue el de la bicicleta. INSUPERABLE. ¡No hay nada que me guste más que andar en bicicleta! Recorrimos la ciudad de punta a cabo y por los cuatro costados. Todo por las ciclovías maravillosamente demarcadas. A esas alturas quería llorar, mi envidia era nivel infinito cuadrado. Pasear feliz de la vida por esos barrios maravillosos con la certeza de que una micro no te sacara de este mundo o que una subida te dejará sin aliento es definitivamente un placer inexplicable. Mi hija me preguntó: ¿y por qué, si disfrutas tanto de andar en bicicleta, no te vas al trabajo en ella? Cómo explicarle que su mama cuarentona no resistiría el stress y las subidas de San Carlos de Apoquindo. Tendría que partir por cambiarme a Ñuñoa y ver si encuentro una pega por ahí….lo otro es encadenarme en alguna repartición pública y exigir ciclovías para todos y adosarle un motor a mi bici para las subidas. Cuando uno ve poco taco, pues toda la gente anda o en transporte público o en bicicleta, le da una sensación rara… Como de “si seremos jetones en Chile”. Y además hacen ejercicio, entonces el metro setenta y cinco luce, pues.

Pero vuelvo al inicio de este tercer día. Partimos tomando desayuno en (a esas alturas) nuestra rotisería  de costumbre. Ya nos saludaban, pues hasta te atienden bien por acá! Te hacen sentir en TU lugar. Nos comimos unos ricos sandwichitos y un capuchino y nos las enfilamos a nuestra cita en el Bundestag. Mientras estacionábamos nuestras bicicletas afuera del maravilloso lugar, pensaba como sería si el parlamento en Valparaiso ofreciera visitas turísticas. Pobres turistas, ni los rayos de la bicicleta pillarían a la vuelta.

Subimos al Domo del parlamento alemán. Impresionante obra arquitectónica donde mezclan lo antiguo y lo moderno de una manera sublime. Y desde la cúpula, las vistas de Berlín son espectaculares. ¡Me quedó clarito todo!. Como que en el este, a pesar de ser el lado soviético, quedaron las cosas más emblemáticas de esta ciudad.

Luego del Bundestag y haciendo gala de nuestro espíritu aventurero y excelente condición física, nos las emplumamos hacia Charlottesburg, palacio que le construyera en rey Federico III a su segunda mujer (Sofia Carlota). En el recorrido pasamos por parques, monumentos, iglesias…que no se diga que no conocimos Berlín, podremos no saber que vimos pero de que lo vimos lo vimos.

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Visitamos los jardines, lindos preciosos pero no comparables al Palacio de Versalles o a Blenheim Palace, entre otros…miren que de castillos y palacios sí que sé. No seré princesa pero me los he recorrido cada vez que he podido.

Como nos quedaba pila, partimos a lo que sería la última actividad del día, el mercado de los domingos en Mauerpark. ¡Un espectáculo! Imagínense el Parque OHiggins mezclado con Franklin y le ponen la gente del Bicentenario y del Intercomunal y lo tienen. Miles y miles de personas tomando sol como lagartijas, haciendo picnic, tomando, escuchando las diversas manifestaciones artísticas que se instalan, comprando comida o cachureos en el mercadillo. Por supuesto nosotros salimos con un juego de te que no necesito, pero que me gritaba que no me fuera sin él. Le amé.

En la tarde se instala un Karaoke genial, es como un anfiteatro sin techo (se me olvidó el nombre de esto) y cientos de personas aplauden al valiente que se sube a cantar. Seguro alguien de The Voice está camuflado en el público buscando talentos, porque es tan variopinto y masivo que puedes ver de todito. Hasta con chilenos nos encontramos. Yo quería lucirme con «Despacito», pero creo que ahí si que mi hija se tomaba  el avión de vuelta en forma inmediata!

Volvimos a nuestro elegante hotel no antes de haber andado muchos kilómetros en bicicleta, dejamos las tacitas de Alicia en el País de las Maravillas y partimos a buscar una “picada” para comer en PotsDamer Platz.  Risas. Imposible encontrar algo de menos de 20 euros cuando tienes una arquitectura atómica, imagínense que los restaurantes están bajo una carpa de circo hecha con fierro sobe los edificios y que cambia de color…así no pretenderá una comer por tres chauchas!. Igual comimos. Poquito pero comimos.

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Nuestro último día fue de repaso. O eso creíamos. Arrendamos nuevamente bicicletas, fuimos nuevamente a nuestra rotisería amiga, fuimos a nuestro Mall amigo a comprar unos detallitos para llenar un huequito que había quedado en la maleta y después fuimos a cambiar un mug que habíamos comprado y del cual, para variar en mi, nos arrepentimos. La cosa era que debíamos cruzar Berlín para aquello. ¿Pero qué importaba? Teníamos ciclovías, estado físico, tiempo y ganas. En el paseo descubrimos el Museo Judío. Obviamente estacionamos los Audi, como dice mi hija, y partimos a conocerlo. Sobrecogedor, desde la arquitectura exterior hasta la forma de exhibir la historia del pueblo judío, su éxodo, el holocausto y la continuidad. ¿Un edificio puede hablarte? Creo que si, este y otros de esta ciudad por Dios que hablan. (¿Y que tanto? Si a maduro le habló un pajarito, por qué a mí no me puede hablar un edificio?).

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Luego de varios días increíbles, dejamos Berlin. Para mi, una ciudad en que me quedaría a vivir un rato sin ningún problema.

Fin Parte III, próxima semana, Praga. Si te han gustado, comparte en tus redes sociales y comenta!

Viaje madre-hija: una experiencia única, parte II Bruselas y Colonia

In familia, viajes on noviembre 26, 2017 at 6:44 pm

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Llegamos a Bruselas tarde. En la estación de trenes nos esperaba la hija de una amiga muy querida quien vive hace años con su familia allí. Encantadora, nos recibió en su casa, la que sería nuestro centro de operaciones para los dos días que estaríamos en aquel país del tamaño de una región de Chile.
Nos despertamos tempranito al día siguiente, y luego de un rico desayuno familiar en que conocimos a la pequeña hija de nuestra anfitriona (deliciosa!). Tomamos el tren rumbo a Brujas, uno de los destinos que tenía prometido a mi hija, pues cuando lo conocí  (17 años atrás) recuerdo haber dicho «cuando la Domi sea más grande la traeré aquí, porque es como de cuento». Pues bien, el paisaje de cuento estaba saturado de actores…masas de turistas lo cubrían todo como langostas, y si a eso le suman que llovía copiosamente, les contaré que mi ciudad de cuento más parecía la parte triste del cuento que aquella dónde la princesa canta junto a los pajaritos. Tanto así, que cuando entramos a una chocolatería a comprar los siempre insuperables chocolates belgas, la mujer que atendía me contó que era tal la cantidad de turistas que ya nadie vivía en la parte histórica. Y que había sido tanto, que un día un turista le preguntó «¿a qué hora cierra la ciudad?» y ella le contestó «¿cómo que a qué hora cierra? ¿su ciudad cierra?». Claramente el turista pensaba que esto era un parque de atracciones tipo Disney. Y es que lamentablemente en cierta forma lo es. En fin, Brujas seguía linda pero le faltaba el alma de aquella vez que yo vine.

 


De vuelta nos bajamos del tren en Gent (Gantes), una ciudad más grande que Brujas pero con un casco histórico igual de lindo. Ya no llovía tanto, sin embargo y para variar, nos dijeron que aquella parte quedaba cerca de la estación de trenes….error….caminamos 20 minutos o más tan solo para llegar a ver algo. Para ese entonces eran ya pasadas las 6 de la tarde y debíamos estar en Bruselas a las 8.30pm. Nos comimos un rico waflle y nos volvimos al tren (esta vez en tranvía, porque tontas pero no tanto y a 14km caminados diarios…). La verdad, fue una visita bastante corta pero ilustrativa.

Nuestra anfitriona nos esperaba con una comida de lujo, mi hija alucinó con cada plato y más aún con el volcán de chocolate suizo que había de postre. ¡Increíble!
Al día siguiente salimos con la dueña de casa, su hija y su perro a pasear por el centro de Bruselas, en donde luego de comprar unos excelentes chocolates nos dejó.


Fuimos a la plaza mayor, ¡linda linda linda! Había una fiesta que se celebra una vez al año en donde el pueblo del lado, que perdió una guerra hace como mil años, le trae un árbol a Bruselas, que debe plantarlo. Sin querer queriendo estábamos en la mitad de un evento centenario.
Nos encantó Bruselas, había menos turismo y pese a ser un país más ordenado y conservador que sus vecinos,  su capital es muy grata de visitar ( tal vez porque es menos turística que Brujas, que es como el emblema de Bélgica si a visitantes se refiere).

En la noche y luego de haber recibido ese rico calor de hogar que se extraña entre hotel y hotel, tomamos el tren a Colonia. ¡Adivinen! Llovía. ¡Y cómo llovía! Casi más que en Brujas.
Nos dijeron que la ciudad era prácticamente conocer la catedral y punto, y que ésta quedaba al lado de la estación de trenes, así que buscamos un hotel ahí mismo. Cuento corto, todo al alcance de la mano. Salimos temprano a conocer y ¡Guau! Efectivamente el gran atractivo es la catedral, pero era que no, si es definitivamente extraordinaria. Creo que se demoraron como 500 años en construirla, de estilo gótico maravilloso, con unos vitrales que solo pueden nacer de la imaginación de artistas y genios. Con mi hija estábamos asombradas, cada uno una historia, un detalle. Los pisos, composiciones de mosaicos…en fin.


De ahí caminamos al puente, para poder apreciar desde lejos la majestuosidad de la catedral y a pesar que el día estaba nublado, lucía imponente. No les voy a mentir que me hubiese encantado nos tocara sol.
Caminamos por el puente colmado de candados de parejas buscando perpetuar su amor a través del gesto de colgar candados con sus nombres en las barandas. Lo más divertido, algunos de ellos con un chupete de guagua como prueba de la efectividad del sortilegio. ¡Y otros en trio!
Ya en la tarde, nuevamente nos dejamos perder por las calles que rodeaban a la catedral, y nuestros instinto arácnido nos llevó inequívocamente al sector de tiendas, en el que se nos a avalanzaron decenas de zapatearías con cientos de zapatos, uno más lindo que el otro. ¡Y todo en liquidación! Pensamos en nuestros espacio en las maletas, en que mañana debíamos tomar un avión y ya estábamos más que sobrepasadas con el peso…decidimos dejarnos tentar solo con un parcito.

!Ah! No he destacado que ya en esta parte nos habíamos puesto un par de cervezas alemanas y tratado de entender sin éxito la carta menú, por lo cual terminé comiendo chucrut con mostaza y chuleta kasler, que me encanta, pero las quería con papas a la crema. Mi hija, sabiamente, siempre pedía algo parecido, para evitar errores…algo que tuviera cara de hamburguesa de preferencia. Es más, me dijo que ante la duda idiomática, había que buscar lo más parecido al menú de niños que figurara en una carta, porque seguro era rico. Muy buen tip.

Fin parte 2, próxima semana, Berlin

Viaje madre-hija: una experiencia única (Parte I, Holanda)

In familia, viajes on noviembre 12, 2017 at 11:29 pm

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En los siguientes posts, compartiré con ustedes una de las experiencias más lindas que he tenido: un viaje de dos semanas con mi hija, por Europa del Este. Espero lo disfruten!

Zarpamos desde Santiago el viernes 4 de agosto de 2017 por la tarde. Luego de una breve pasada por el salón VIP menos VIP que hay, abordamos el avión. Hago hincapié en eso del VIP pues ya está tan masificada la tarjeta que la mitad del aeropuerto (dentro de las cuales me cuento) se va a comer un pan pegote con pasta de quizás qué cosa al famoso “BIP”

Obviamente, llegué al counter de la puerta de entrada con la esperanza de un upgrade que nunca fue…porque de los mismos creadores de “masifiquemos la tarjeta priority”  es el “regalemos certificados de upgrade hasta que nos cansemos”. Así, haciendo creer a la gran mayoría que éramos especiales, nos dejaros a todos con la pura creencia, porque de upgrade ni soñar. Es más probable te encuentres con Cueto en el VIP  que ser “upgreidiado”.

Luego de no dormir nada (pero nada), de ver varias películas y de unos pies hinchados a morir, aterrizamos sanas y salvas en Madrid. Corre que te pillo y ya estábamos nuevamente sentadas en nuestro avión a Amsterdam.

A penas nos bajamos del avión sentí que había algo en el ambiente demasiado carnavalero. Recordaba la ciudad como entretenida, pero la primera impresión era como mucho Lucho. Fantástico, me dije a mí misma…mi hija no pensó igual, como que le bajó el pánico escénico de tanta gente y tanta onda excéntrica…por decir lo menos.

Llegamos al hotel The Exchange. Comprado por Hot Wire y a pesar de sus estrellas y su precio, de dudosa reputación…hasta ahí pensábamos.

Y entonces, cuando salimos a recorrer la noche, ¡entendimos que pasaba!…SORPRESA!! ¡Era la semana del orgullo gay! (Gay Parade). De ahí en adelante lo pasamos (o lo pasé) chancho, la ciudad era una fiesta, todo el mundo feliz, disfrazado, desprejuiciado, despreocupado y desinibido…en ese mismo orden.  Llegamos a un tipo concierto al aire libre en la Dam Square, en donde todo el mundo bailaba al son de las banderas del arco iris, travestis en el escenario y varios DJ. La raja. Mi hija a esas alturas se había rezado 10 Ave María. Es que debo reconocer que no computé que para ella el shock no debe haber sido menor. Marihuana, baile, besos, disfraces y música se mezclaban y la sensación era de fiesta eterna. Le costó aclimatarse a la pobre.

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A mí me encantó la naturalidad, aquella en que no existe hombre y mujer, sino gente que se aviene o no, que se quiere o no, que lo pasa bien junta independiente de cualquier otra cosa que no sea si es grato para el otro.

Para rematarle la noche a mi hija y para que no confundiera el tema de los géneros y viera que aún existe machismo en el mundo, me la llevé derechito al Barrio Rojo. Mujeres estupendas en las vitrinas invitaban a los paseantes a entrar a sus reductos, más si eran asiáticos o tenían pinta de rusos.

Mi hija, más que otra cosa, le preocupaba saber cuánto ganaban y por qué era tan injusta la vida que no habían vitrinas de hombres…entendió entonces que sus congéneres feministas no por nada llevan más de un siglo alegando igualdad. También alegó porque los minos eran gay, que eso era totalmente injusto, sobre todo cuando según ella la genética había premiado a esta raza holandesa como joyas de la especie masculina.

Nos fuimos a dormir más que satisfechas de la fiesta y el desenfreno..que no era tal pues a pesar de todo, la gente es tremendamente educada, respetuosa y buena onda.

Dicho sea de paso, nuestra pieza de hotel era todo un espectáculo: se supone estaba inspirada en una revista de moda, por lo tanto, estaba empapelada de páginas de revista….too mucho heavy para mí. Preferiría una paredcita al menos blanca.

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Al día siguiente nos levantamos temprano, arrendamos bicicletas y salimos a recorrer Ámsterdam. Maravilloso como lo recordaba. Fuimos a los museos de Rembrandt y Van Gogh, y tal cual me pasara ya en Orsey años atrás , me corrieron las lágrimas de emoción ante un par de cuadros de ambos y otro de Vermeer…y es que no es que sea siútica, no sé qué me pasa pero con ciertas pinturas ¡me dan ganas de llorar de lo lindas  que son! Tal vez porque me emociona la suerte de poder está ahí, teniendo el privilegio de verlas. Porque por si a usted no le ha tocado ver una en vivo y en directo, no es lo mismo que verlas en un libro ni de cerca. Sorry  que se lo diga y le clave un cuchillo en el corazón. A es alturas, mi hija ya pensaba que su mamá era, además de demasiado liberal, un tanto histriónica…!mira que llorar con una pintura!.

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Después nos fuimos al Vondelpark. Impresionante. Grande, lindo y con miles de holandeses disfrutando a concho en él. Celebrando cumpleaños, tomando sol, haciendo deporte, paseando al perro, leyendo, bañándose…!que cosa más rica!

¡Ah!..y por supuesto, dos sectores con música. En uno un concierto de un grupo de rock Turco, en el que nos (o me) eche mi bailadita y otro en el que había una fiesta gay (obvio!), en donde hasta las guirnaldas tenían formas fálicas. Mi querida y casta hija me dijo “entra tu, yo te espero afuera” y entonces me perdí por 5 minutos en ese mundo de fiesta y pachanga en el que mujeres y hombres, homo y hétero, lo estaban pasando genial.

En la noche volvimos al concierto del día anterior, mi hija ya estaba más aclimatada y logró disfrutarlo un poco más…hasta que vio que querían sacarla a bailar y huyó hacia la derecha. Yo solo le insistía en que aprovechará, pues una fiesta como esa no le iba a tocar muy luego en su vida. Es más, a mí no me había pasado nunca y probablemente no me pase de nuevo. Así las cosas, nos fuimos, ella y yo, a dormir con el corazón llenito de buenas experiencias.

Fin parte 1…la próxima semana Bélgica

El Patito Feo: Un cuento para adultos.

In educación, familia, reflexión, sociedad on diciembre 27, 2015 at 1:14 am

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Esta columna será un tanto atípica pues trata acerca un cuento, uno de mis preferidos: “El Patito Feo”. Estoy en un taller de literatura y quizás eso me llevó a reescribir una parte de esa historia, la que compartiré con ustedes porque por estos días me hace mucho sentido.

“…El Patito Feo sufría, se sentía culpable por ser distinto. Esa sensación de no encajar en su propia familia le parecía tremendamente dolorosa. Le hería su propia infelicidad y la que provocaba en los demás. Día tras día sentía la frustración de su madre porque no cumplía sus expectativas; el rechazo de sus hermanos, quienes se avergonzaban cada vez que nadaban en fila tras la señora Pata, desdichados por la mala suerte de tenerlo en la familia.

Era duro cargar con ese peso, queriendo ser él, auténtico, pero sabiendo que ello no sería el orgullo de nadie. No destacaba en nada de lo que se suponía hacía destacar a los demás patitos.

La decisión de marcharse fue difícil y dolorosa pues dejaba lo que más quería: la seguridad de su hogar y el cobijo de su madre. Porque a pesar de las constantes críticas y la discriminación de todos en el tranque, el Patito Feo los quería. Era lo que tenía y conocía desde que rompió el cascarón.

Al marcharse estaba lanzándose a un abismo de incertidumbre y soledad. Sin embargo, también sentía que valía la pena porque algo en su pequeño corazón de pato le decía que su vida no estaba completa en aquel lugar.

*******

Cuando llegó a la pequeña laguna vio unas aves hermosas, de cuello espigado y pelaje blanco como nube de primavera. Sintió como si miles de estrellas le estallaran dentro y le llenaran de luz. No se parecían a él, pero experimentó de manera inmediata una conexión interior con aquellos seres de magnífica estampa.

El patito entró corriendo al agua, nadó presuroso entre los juncos y cuando llegó cerca de las grandiosas aves las miró y sintió cómo, sin mediar un sonido, aquellos seres maravillosos le daban la bienvenida reconociendo en él a uno de su misma especie. Una especie más delicada e imponente que cualquier otra.

El Patito Feo descubrió cómo cada una de sus plumas, que antes parecían fuera de lugar y eran considerada feas por quienes le rodeaban, en este nuevo hogar eran alabadas en su hermosura. Su forma de nadar y de graznar endulzaba los ojos y oídos de su nueva familia, que lo felicitaba y alentaba a seguir haciéndolo como si fuera el más perfecto de los seres.

Le costó creer que lo que antes fuera visto como defecto ahora fuera fuente de alabanza. Comprendió entonces que antes estaba fuera de lugar, pues en esta nueva laguna sus diferencias no eran sino perfección y belleza.”

¿Por qué me gusta tanto este cuento? Porque con la simplicidad de una historia para niños nos muestra cómo muchas veces no somos capaces de ver o apreciar al otro en su máximo esplendor. Primero, porque no somos capaces de aceptar o entender que no todos maduramos al mismo tiempo y que, al igual que las flores, ¡no todos florecemos al mismo tiempo! Hay muchos ejemplos de niños que recién en la juventud demuestran todo su potencial, dejando a quienes se burlaban o criticaban en el camino, transformándose en preciosos cisnes.

Segundo (y siguiendo con las flores), porque a veces estamos en el jardín equivocado… y duele, porque lo que nos apasiona es mirado como inadecuado, estúpido, poco convencional o arriesgado. O porque nuestras virtudes no están de moda y pasan inadvertidas en un mundo donde lo que importa es “alcanzar metas” por sobre la espiritualidad y la bondad. Nadie anda diciendo por ahí “mi hijo este año fue buen hermano”. Solo oímos “mi hijo salió con 6,8 del colegio”, “ganó la medalla de mejor atleta.” ¡Por supuesto que eso es excelente! Pero ser buen hermano también lo es.

Ser distinto frustra, duele… hasta que encuentras un lugar donde encajas y tu diferencia ya no lo es más.

Hoy, cuando muchos chicos rindieron la Prueba de Selección Universitaria y se enfrentan a la frustración de no cumplir con sus expectativas o las de su entorno, la lección de este cuento cobra más fuerza que nunca. ¡No todos florecemos en el mismo momento! Un chiquillo “porro” en el colegio puede ser un brillante intelectual o empresario en el futuro, y esto lo sabemos de sobra, pero nos cuesta aceptarlo cuando es el chico porro el que nos tocó como hijo. Nos falta confianza para esperar, para alentar en la diversidad de talentos. Esta sociedad nos enseña, al igual que en el primer hogar del Patito, que existe una sola forma de “ser lindo” y cualquier diferencia es condenada y quien la exhibe es mirado con lástima, desprecio o indiferencia.

Einstein, Lennon, Jobs y tantos otros fueron absolutamente distintos. De seguro hicieron sufrir y preocuparon profundamente a sus padres. Sin embargo, tuvieron la fuerza de abandonar el tranque y de buscar un lugar donde lo que parecían defectos no eran sino talentos tan preciosos que los hicieron parte de la historia.

**Esta columna me la dedico muy especialmente, porque muchas veces olvido ser paciente y admirar a mis polluelos, agradeciendo cada día lo maravillosos que son.

 

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Cuando me muera: Reconocimiento Post Mortem (II Parte)

In familia, reflexión, sociedad on agosto 9, 2015 at 12:38 pm

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Hace unos años ya, escribí uno de mis post favoritos: “Cuando me muera, reconocimiento post mortem” (https://ipalmakucera.wordpress.com/2012/11/10/cuando-me-muera-reconocimiento-post-mortem/) . Para quienes no tuvieron el placer de leerlo, lo resumiré diciendo que hablaba de todas aquellas cosas que hacemos después de que un ser amado parte al más allá. Desde imprimir su foto y ponerla en un lugar destacado, hasta arrepentirnos por todo aquello que no hicimos o dijimos. Hoy, escribiré un par de reflexiones más en esa línea, las cuales derivan de mis experiencias de estos últimos meses, en donde acompañé a dos grandes amigas a despedir a sus padres. Como pueden suponer, en ambos casos, quien dejaba este mundo ya contaba con sus años, por lo que si bien había mucha pena, eran situaciones meridianamente esperadas y consideradas dentro de la normalidad del ciclo de la vida. Sin embargo, y como dijo una vez un tío que perdió a su madre cuando él ya rondaba los 75 años, “He quedado huérfano”, es decir, uno nunca esta listo para dejar partir a alguien a quien ama, pero hay veces en que es más aceptable que otras.

Pero lo que quiero compartir con ustedes en estas líneas es lo linda que puede llegar a ser esa última ceremonia en que se nos despide. Y digo linda pues generalmente resume lo que fuimos, resume nuestro legado y muestra cuan coherentes fuimos en nuestra vida. A veces, hasta quienes creyeron conocernos se sorprenden del alcance y profundidad de las acciones que realizamos en nuestra vida y parecieran completar el puzzle de ese ser al que vieron en solo un rol. A veces un hijo se sorprende de lo buen amigo que pudo ser un padre o descubre muchas acciones que realizó el difunto para ayudar a otros de las cuales nunca se enteró. Es como si el velo se corriera y pudiéramos ver a quien parte en toda su inmensidad como ser humano.

El primer funeral  del que les escribiré se trataba del padre de una muy querida amiga. Fue una despedida no religiosa y la ceremonia estuvo a cargo de sus grandes amigos. Habían diversos grupos de ellos, de los primeros años de colegio, de scout, de vela, de la universidad en que impartía clases…sin embargo todos ellos compartían una visión tan similar del padre de mi amiga que no pude sino emocionarme de ver como los seres humanos, con pequeñas cosas, podemos ser inmortales. Todos, habiendo estado en distintas etapas y situaciones, hablaban de una misma persona. Y sin desconocer tal vez sus defectos (que también gozaban de consecuencia), reconocían en él a un líder, un visionario, un gozador de la vida y una persona que aportó en cada lugar en que estuvo.

El segundo funeral, se trataba del padre de una de mis cuñadas, quien en su larga vida, había hecho un sin fin de cosas. Reconocido empresario, piloto, padre abuelo y bisabuelo, Rotario, en fin. En una ceremonia religiosa y con una iglesia llena de amigos (más bien amigos de los hijos y nietos que de quien partía) se dijeron múltiples discursos. Habló un nieto de más de 30 años, quien recordó pequeños pero sistemáticos detalles que hacían del “Tata” una persona inolvidable y marcadora. Habló uno de los pocos amigos con vida, un señor que bordeaba los 90 años y que además de destacar lo gozador de la vida del difunto, aprovechó de recordar a todos los amigos quienes ya no estaban en este mundo. Una vez más, pude ver consistencia en todos quienes hablaron: gozar de la vida, aportar en cada lugar, optimismo, alegría, sueños.

Si tuviera que sacar una lección de ambas ceremonias, diría que el reconocimiento post mortem será el resumen de nuestra vida, aquel momento en que sabremos qué tan consistente fuimos y qué tanto dejamos en quienes nos rodearon.

También diría que usualmente no son las grandes cosas las que pesan en ese balance final, sino las miles de pequeñas cosas que fuimos sembrando en nuestra vida, y que usualmente tienen que ver con la alegría, el gozo de vivir, el idealismo y los sueños que fuimos capaces de perseguir. La amistad que fuimos capaz de entregar. Cuánto del niño que fuimos pudimos preservar a pesar de la dureza de la vida. Personas que trascienden a su edad pues entretienen a un viejo y a un joven, se conectan a toda edad y transmiten a cada uno ese optimismo de vivir, de romper con la regla y de perseguir aquello que se quiere. Personas con una energía desbordante pero a su vez con la calma para salir adelante frente a los problemas. Seres orgullosos de quienes son, independiente de cuan amargo se les presente el destino, tozudos.

Cierro este post pensando en la consistencia de mi propia vida, pensando en si he sido lo suficientemente generosa con quienes me han rodeado y si seré digna de que el día de mi funeral, mi familia y mis amigos digan un par de cosas buenas que me pertenezcan y no sean solo un speech tan repetido como la ceremonia del cura.

PD: Un especial abrazo a tres amigos que en el transcurso de estos días perdieron a sus padres, lo que me animó más aun a publicar este post (que tenía guardado). Tuve la oportunidad de conocer a dos de ellos y sin duda eran personas con una fortaleza a toda prueba, característica que les permitió forjar un legado del que no cabe duda deben estar profundamente orgullosos.

Previsores o probabilísticos, a qué tipo de persona perteneces?

In familia, opinion, reflexión, sociedad on junio 20, 2015 at 10:05 pm

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Usualmente soy nominada como la exagerada de mi familia cuando, cada vez que salimos, pido se cierren todas las ventanas de la casa, así sea que vamos a estar fuera media hora. O pido que usen todos el cinturón de seguridad, sigan los tratamientos médicos cuales tablas de Moisés o lleven sweater aún cuando hay 30 grados «para cuando refresque».

Y dándole vueltas al tema como suelo hacer, pues convengamos que si bien no estoy convencida de ser exagerada si lo estoy de ser enrollada, llegué a la siguiente conclusión: existen personas que funcionan previendo los posibles acontecimientos futuros y preparándose para minimizar los resultados negativos («los previsores»), y otras que funcionan más bien apostando a que , como siempre existen probabilidades de que nuestros posibles futuros se concreten positiva o negativamente, lo harán aquellos resultados positivos («los probabilísticos»).

No me entendió nada? Un ejemplo: vamos saliendo a almorzar a la casa de mi cuñada un domingo. Al estar ya todos en el auto listos para zarpar, veo la pequeña ventana del baño de visita abierta…(pese a que pedí a mis hijos que cerrarán todas las ventanas). Le pido, muy amablemente por cierto, al mayor de ellos que vaya a cerrarla. Y el contesta «que le pones color mamá! qué va a pasar!»  «Hijo mío», le digo yo tratando de educar y aconsejar «un ladrón no necesita que estén todas las ventanas abiertas, necesita sólo una» y él me contesta «pero si nunca ha pasado nada!»

Y es verdad. Nunca nos ha pasado nada. A nosotros.
En este diálogo, yo funciono con una personalidad previsora, entendiendo que este mundo se divide entre a quienes les entraron a robar y a quienes les entrarán a robar. Por ello, elimino cualquier mínima posibilidad de ayudar al ladrón y estar siempre lista para cuando mi turno de ser robada llegue. (y asi disuadir al ladrón de ejecutar su acto).
Por el contrario, mi hijo funcionó con una personalidad probabilística, en la cual existen más probabilidades de que no entren a robar que de que entren, por ende, el costo de bajarse a cerrar la ventana es alto comparado con el beneficio de ahuyentar a un ladrón con 0,0009% de probabilidades de aparecer.

Lo que mi hijo no sabe, es que sí bien es verdad que de las 10.000 veces que salgamos de casa, efectivamente sólo una intentarán entrar a robar (supuesto),   no sabemos si será la vez 120 o la 9.430 que salimos. Por ende, más vale ser previsor y estar «preparados». Y si nunca nos entrar a roban, tampoco es que «nunca nadie roba» sino que tal vez, el día que el ladrón llegó, estábamos preparados y no entró.

El mismo ejercicio vale para el uso del cinturón de seguridad. No saca nada usándolo toooooodos los días, si un día dejó de usarlo, porque podría ser ese el día que a la vieja loca se le ocurrió chocarnos por detrás.

El ejemplo más evidente de lo que digo es el uso del preservativo. Da lo mismo si lo usaste siempre. Basta que no lo uses una vez para concebir una linda güagüita o contagiarte de sida. Es el todo o nada según yo.

Así con la cosa entonces, seguiré siendo la vieja exagerada, obsesiva, alharaca e hincha huevos que tanto adoran mi marido e hijos, pues a lo menos, «cuando el ladrón entré a mi casa», tendré la certeza de haber hecho todo lo que está en mis manos para dificultarle la pega.

Memorias de Julieta, memorias de cáncer

In calidad de vida, familia, mujer on marzo 27, 2015 at 10:58 am

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Estoy parada en la mitad de algo que cambió y cambiará mi vida. He decidido escribir estas páginas para no olvidarlo nunca. Espero tener tiempo suficiente para necesitar recordarlo.

Fines de Diciembre de 2006/ Julieta, usted tiene cáncer

Y Pedro me dijo “Mamita, ¿dónde viene”?. Y entendí que algo andaba mal. “¿Mamita?” ¿cuándo mi marido me había llamado “Mamita”?.

Todo comenzó un día como cualquier otro, en que me levanté, me miré (o tal vez me observé) y vi una pequeña ciruela instalada en la parte superior de mi pecho izquierdo. “¿Y esto? ¿De dónde salió?”, pensé. Casi me parecía efecto de algún tipo de abducción marciana, pues tenía todas mis “revisiones técnicas” recién hechas y al día, sin haber detectado problema alguno. “No hay que preocuparse”, me dije. “Hay que ocuparse”.

Partí entonces, bastante confiada y no sin antes haber impresionado a varios con mi alien, a hacerme una mamografía con una amiga Radióloga.

Después de los saludos de cortesía, pasamos a la parte en que te aprietan y planchan las mamas tal como si fueran sellados de jamón y queso. Rosario tocó, miró y dijo “me tinca que es líquido”. Dos segundos más tarde, después de la mamografía, su diagnóstico había cambiado “es sólido”, me dijo, “pasemos a la ecotomografía”.

Y así, sin darme cuenta cómo, estaba pidiendo hora para un doctor (cuya especialidad que preferí no preguntar).

Un día más tarde ya estaba en la consulta del Jefe de Oncología Mamaria, la cosa se veía más seria. “Sácate toda la ropa de la cintura para arriba”, me dijo. Y acto seguido tocó, miró y no se aguantó el siguiente comentario frívolo “te lloran unos implantes”. “Vaya vaya”, me dije yo, “¿No será esto una señal divina para que me ponga pechugas nuevas?”. Mal que mal, la cosa hasta ahí pintaba como fibroma, y entonces, como igual habría que correr cuchillo, que más sería aprovechar el quirófano y la anestesia para acicalar un poco “el equipo”.

Ya me veía yo, con este potito, esta cinturita, esta guatita y estas nuevas pechuguitas!!.

Pero, no todo era tan fácil, el doctor dijo que había que cerciorarse de que esto era un fibroma benigno a través de una biopsia. En mi fuero interno, ya no estaba tan tranquila. Entonces, ecógrafo y pistola lanza agujas en mano, el doctor pinchó el alien un par de veces y sacó muestras para ver el “pedigrí del muchacho”.

Quedó claro que era sólido. Aun así, el médico bromeaba con las “pechugas” nuevas.

Espere varios días hasta que escuche el “Mamita, ¿dónde viene?”, y entendí que algo andaba mal. ¿”Mamita”? ¿cuándo mi marido me había llamado “Mamita”?.

Aun en Diciembre de 2006/ Es mi culpa!

Me invadió un terror y una pena profunda. Me culpé. En cierta forma, sentía que yo me lo había provocado o bien, al revés, no había prestado atención a muchas señales que se me habían venido dando, entonces Dios, en su inmensa sabiduría, me había enviado una señal tan potente que no podría ser ignorada ni por mi ni por todos quienes me rodeaban. ¿Señales de qué? de un montón de cosas, todas de una intimidad petrificante. El diagnóstico era claro y preciso: cáncer.

Con Pedro, encerrados en mi dormitorio, decidimos entregarle una versión soft de la situación a nuestros tres niños y a mis padres.

Llegaron mis amigas más cercanas. Éramos las tres comalitas (como nos llamamos de cariños por se comadres) frente a una botella de vino tinto, dos cajetillas de cigarros y un tremendo problema.

Comenzó entonces la vigilia esperando la operación que sabíamos vendría pronto. Esa noche converse mucho, hice mis mea culpa y comprendí que así como yo había permitido que este individuo entrara a mi vida, tenia que pedirle que se retirara. Me demoré dos segundos en entender el por qué. Jamás me pregunte “¿por qué a mi?” Lo tenía claro y lo asumía con tremenda humildad.

Esa noche me sentí querida, impermeabilizada y me fui a acostar bien borracha como a la una de la mañana.

Al día siguiente fui a la oficina como siempre, veríamos al médico en la tarde y no quería esperar en la casa. Fui a mis reuniones tal cual, ordene mi escritorio pues presentí que no volvería muy luego y le conté a un par de personas, cuya cara de impresión daban fe del mal marketing que le han hecho a esta enfermedad.

El médico fue corto y preciso, “es un carcinoma infiltrante y hay que operar inmediatamente”, dijo bien cortante. Nos explicó que habría que sacar muestras de un ganglio llamado “centinela” que se encuentra camino a la axila. That´s all.

Mi amiga Úrsula esperaba afuera de la consulta para llevarnos a ver a otro médico recomendado para estos efectos. Este segundo doctor era más viejo y más campechano que el primero, se notaba que tenía mucha experiencia y que de alguna manera había optado por hacer de su profesión algo mas humanitario que comercial, como bien “hipocrático”. Después de revisar mis exámenes y de escuchar la historia, concordó con el diagnóstico y tratamiento del primer médico. Sin embargo, eso no fue lo relevante de la visita. Lo relevante fueron sus palabras: “Mire, cada día hay más estudios acerca de la relación de esta enfermedad con la mente. Ud. Tiene 35 años, no tiene antecedentes familiares…no me quiero meter en su vida pero busque que pena o frustración tuvo o tiene que la llevó a producirse esto. Porque el doctor la operará y mejorará, pero si Ud. No se analiza, se va a volver a enfermar”.

Potente, muy potente. Se me cayeron las lágrimas pues me parecía que la sincronía del universo me había llevado a hablar con él tan solo para escuchar eso. Eso que solo yo entendía en su profundidad y seriedad.

Al día siguiente, fuimos con mi cuñada Rita a la clínica para arreglar lo de la operación y hacerme muchos exámenes más. Yo, aunque parezca estúpido, veía el mundo de otro color, lo veía mas tranquilo. No tenía ningún apuro. Lo único que tenia por delante era una operación.

Nos sentamos a tomar un café a las 11.30 hrs. y nos paramos a las 14.30 hrs. Lloré mucho esa mañana, lloré contándole el por qué yo creía que me había enfermado. Por qué mi pechuga izquierda, ubicada delante del corazón y símbolo máximo de la feminidad había acogido y alimentado a una cosa tan fea.

Ese día me miré en el espejo y me encontré muy delgada, me vi flaca, y sentí que tampoco sabía cuándo había sucedido aquello, aun cuando era evidente que hace rato, pues los pantalones me quedaban enormes.

Mi teléfono sonó todo el día , aun cuando había solicitado mantener reserva, los pocos que sabían me tenían hipervigilada. Un amigo me dijo: “la gente que te quiere cerró filas en torno a ti” y la verdad, así lo sentí.

Esa noche, la última antes de entrar al matadero, mi casa se lleno de féminas. Era casi una fiesta. Una fiesta de mujeres despidiendo o celebrando a su amiga, nublándole la mente para que no pensara. Hicimos unos disfraces que mis hijos necesitaban para el colegio. Una pintaba, la otra recortaba…y otra servía las copas de champaña y vino. Me sentía feliz. Podía sentir su amor como nunca, y aun cuando tenía miedo y pena, a ratos pensaba que valían la pena.

Primeros días de Enero de2007/ Saquemos al enemigo

Ese jueves desperté con un abrazo de mi hermana, que había viajado toda la noche para asistir al “parto”. Uy! Que abrazo mas rico, sentí que ahora nada podía pasarme porque ella estaba conmigo. Llore más y más.

Partimos a la clínica. Ese día me despedí de mis niños como siempre, se fueron al colegio y solo les dije “voy a que me saquen un porotito que tengo en la pechuga y vuelvo mañana”. Lo único que me importaba era que no sintieran angustia.

La verdad es que la operación no me asustaba nada, era lo que podían encontrar lo que me aterrorizaba. Pero me había concientizado y le había pedido a todo el mundo que se mentalizara en que “el centinela saldría bueno”, el centinela diría “noooo, yo por aquí no he visto nada raro”.

Miedo a qué tenía? Simplemente a dejar a mis niños solos.

Legué entones a la clínica, amigos y familiares varios me acompañaban. No estaba particularmente nerviosa, mas bien estaba entregada.

Me llevaron entonces al examen en donde marcarían el famoso ganglio centinela. Una doctora me explicó lo siguiente: “te pondré cuatro inyecciones con líquido radiactivo en la pechuga. Luego, con una máquina que mide radiación, marcaremos el punto donde esta el tumor”. Me dolió? Si, pero no más que la depilación de una pierna bien peluda. En tales circunstancias el dolor se vuelve relativo, hubiese estado dispuesta a que me apretaran uno a uno los dedos en la puerta con tal de mejorarme.

Dicho sea de paso, desde que me dijeron que lo que tenía no era de lo más amistoso que hay, no me toqué ni miré nunca más mis pechos.

Estaba super concientizada de que todo saldría lo mejor posible, que mi mente era poderosa y que Dios me escucharía. Le gritaba con humildad que ya había entendido que, entre otras cosas, me había enfermado de tanto guardar afectos y sentimientos.

Me fui a pabellón, y le di al cirujano mi última instrucción: “sé agresivo, saca todo lo que tengas que sacar sin contemplación”.

Anestesia anestesia anestezzzzzzzzzzzzz y no supe más hasta que escuche “Julieta, Julieta, Juli”. No tengo idea quién fue, pero desperté en una camita, de lo más tapada y presentada que hay. Había seguido los consejos de mi marido y de mi hermana “no sigas la luz ni te acerques al calor”. Y ahí estaba, sin saber mucho en que planeta, cuando se acercó una enfermera y me dijo “todo salió bien, el centinela salió bien”. Sentí que había ganado mi primera batalla y me salió la primera sonrisa del alma en varios días.

Creo que este convidado de piedra fue como mi “papelera de reciclaje”, en la que fui acumulando frustraciones, penas, miedos, rabias. Y se me olvido vaciarla, entonces “copo” mi disco duro y plaf!. Pero bueno, imagino que el doctor fue como el informático, que viene y uno no sabe como, pero resuelve los problemas rápidamente.

Entre pasillos divisé a mi marido, mi hermana y mi amiga Úrsula con racimos de globos aprontándose a darle la bienvenida a esta Lázaro moderna. Llegué a mi pieza y mucha gente estaba esperándome, muy contenta de los resultados de la operación. No recuerdo bien caras ni conversaciones, solo que el teléfono sonaba y sonaba.

Esa noche quise quedarme con mi hermana, con quien conversé, me cobijó y me acompañó hasta que ya el sueño fue incontenible. Conversamos acerca del evento tal como lo haríamos la mañana siguiente del matrimonio de un familiar.

El despertar fue lo mejor, la máquina del suero se trabó, entonces comenzó a sonar el pitito “piiiiiiiii, piiiiiiiii”. En eso, escucho a mi hermana diciéndome “Julieta, ¡Julieta!!!” , y ya estaba abalanzándose a tomarme el pulso cuando le digo “queeeeee”. La pobrecita había pensado “¡se me despachó la paciente!”.

Saliendo de la clínica, comenzó una semana de llamados, visitas ilustrísimas, cafés a media mañana y mucho teléfono. Era curioso ver la reacción de la gente, esperaban verme tremendamente cagada o bien demacrada, y esta enfermedad no es así, es silenciosa y discreta, casi se condice con la femineidad del órgano al que ataca.

Decidí y me comprometí a atender lo que Dios me estaba diciendo a través de esta experiencia “Julieta, te he dado todas las herramientas para ser feliz y no lo estás siendo”. Decidí reírme más, gozar más a mis hijos, mi casa, mis amigos, mi familia. Decidí no guardarme nunca más los afectos por el que dirán. Decidí no estar nunca más en un lugar donde no me sienta grata. Decidí ser feliz con la simpleza que ello implica.

Mediados de Enero de 2007/ Elongando para una dura carrera

Llegó el día del control post operatorio. El médico me sacó el parche.

Le pregunté todo lo que se me ocurrió. Como buena ejecutiva signo Virgo, partí por el principio: “si me hacen un análisis hoy, ¿estoy sana?”.   “Si”, me contestó. De ahí para adelante y habiendo recuperado un poco de seguridad en mi, en mi mente y por sobretodo en Dios, comencé a preguntarle por la Radioterapia, la Quimioterapia y otras hierbas. Así, fuera una fantasía producto de la forma en que hice la pregunta, su respuesta me llenó de seguridad, ánimo, alegría y ganas para soportar todo lo que se me venía encima.

Tiendo a reírme de mis tragedias, entonces hice varias reflexiones negras con el tema de esta enfermedad y sus tratamientos. Por ejemplo: ¿se caerían todos todos los pelitos, incluyendo “aquellos”?. Podría soportarlo, pero las pestañas ¡no!!!. ¿podría pegarme unas tipo Liza Minelli?. Sentía que el turbante me sentaría bien, al menos la toalla post lavado de pelo nunca me había quedado tal mal. Pero ese color blanco enfermo que provoca la Quimio…¿sería posible pegarse unas pasaditas por el solarium? ¿Algún autobronceante? Así , entre el tono mate y el turbante pasaría por Haitiana.

Y en las vísperas de iniciar mi duro tratamiento, un amigo me aconsejó: “Y aparecerán muchas personas, cada una con teorías, recetas y otras yerbas como cura para este cuento. Tu elije una sola línea y síguela”. Y así fue. Me enteré de las bondades del Biomagnetismo, las flores de Bach, el Reiki, el veneno del escorpión azul que vive en Cuba, el examen PET, un cactus usado por los Diaguitas, el aloe vera, los cuarzos, San Expedito, Santa Teresita, el Padre Pio y la verdad, finalmente llegué a un solo punto en común: La energía y la fe que generan las ganas de mejorarse, la mía , la tuya y la de ellos, es la que puede y podría lograr el cambio.

Fines de Enero/ No somos nada, no somos nada

La primera aproximación con una quimioterapia fue la colocación de un cateter al costado derecho de mi pecho. Estaba en el Multipencionado del Hospital Clínico de la Católica y compartir con 5 mujeres más en igual o peor condición que yo no fue cosa fácil. Había 6 historias de vida diferentes en esa habitación. Una mujer que había esperado para ser tratada de su cáncer al útero para poder tener una hija, otra que rehusó a su tratamiento la primera vez y ahora estaba con 5 tumores, feliz por la vida. Una que estaba en su última sesión y salía cada cierto rato a fumar a la terraza de la pieza (carrito con droga incluido). En fin, 5 historias de valor, de un mundo al cual yo estaba recién ingresando y del que no sabía si iba a salir.

Ese día me hicieron mil exámenes y me operaron para ponerme el catéter subcutáneo. Esa situación fue sin duda la top ten de las atroces. Anestesia local e introducción de 18 cm. de cable dentro de la vena cava. Horrible, me bajó una sensación de indefensión y una pena que no olvido. Me sentí tan miserable, era apenas un montón de huesos, un animalito a merced de un grupo de humanos llamados médicos.

Salí de pabellón y comencé a llorar sin siquiera poder hablar, simplemente lagrimas muditas caían y caían de mis mejillas, las enfermeras y auxiliares me hablaban y yo no respondía. Hasta que vi a mi hermana y a Pedro, entonces comencé a llorar con voz, tal como una niñita chica perdida que encuentra a su mamá. Quien diría que después bromeaba con la “guevadita” diciéndole a los niños que el catéter subcutáneo era en realidad mi celular de última generación.

La primera quimio paso normalmente, hasta que 2 o 3 días después, mi cuerpo reconoció el veneno y vomité hasta mis ilusiones.

Luego vino el terrible día en que comencé a perder mi pelo. Fue fuerte, muy fuerte. Sucedió bien de repente, entre el día 18 y el 21 desde la primera quimio. Fue potente, pues mi cabello largo se soltó y cayó tal como recuerdo se desplumaba una gallina recién pasada por agua hirviendo en el campo. Mechones cayendo de una forma devastadora.

Hoy/ Aun viva, terminando este cuento

Y así, entre cambios y adaptaciones, pasaron 5 quimios de un total de 8. En estos meses se han sucedido una serie de sentimientos extraños. El primero: aprender a vivir con la quimio, adaptándola a mi vida. Sentir que ella es mi trabajo y que me quitará un par de días para luego entregarme otros tantos en que podré hacer todo cuanto quiera. El segundo: darme cuenta que mi apariencia no varia por unos pelos más o unos menos. Porque por algún motivo, me encuentro igual de atractiva. El tercero: tener la certeza absoluta de que este evento será único en mi vida y no volverá nunca mas. El cuarto: que no fue gratis y que la visión de la vida que tengo hoy es distinta a la de unos meses atrás.

Es divertido pensar en lo mucho que me preocupaban mis pestañas….y se cayeron sin que ni siquiera lo notara. Sigo siendo la misma coqueta y vanidosa de siempre, con una colección de gorros distintos para combinar de acuerdo a la ocasión. Me siento cómoda peladita, tanto que la peluca que escogí con tanto cuidado, fue olvidada en un oscuro lugar de mi closet.

 

Fines de Junio de 2007/ El último tramo, el más doloroso

Si hago un recuento de estos meses, no puedo dejar de reconocer que he pasado momentos muy difíciles. Producto de la quinta quimio, se me cayeron hasta las ganas. Tal como un huracán, la droga se llevó un incipiente pelo, bigotes, pestañas y…cejas. Y eso dolió, ¡Ay! si que dolió. A partir de ese minuto me ha costado mucho verme en el espejo pues no reconozco a quien ahí veo reflejada. Los ojos son el espejo del alma, y mientras ellos nos reflejen, todo está bien. Pero cuando éstos son desnudados de su atuendo, la mirada pierde algo y ya uno no es la misma, no se ve igual.

Me miro y veo ese rostro con el que siempre tipifiqué al cáncer y a la muerte, de una pureza y una fragilidad tremenda, limpio, suave, cristalino. Pero a la vez vacío, débil, vulnerable. Casi puedo ver mi alma desnuda.

Esta parte del proceso ha sido sin duda la más difícil, como los últimos 100 metros de una maratón, los más largos y pesados. Interminables. Las fuerzas físicas y psicológicas están menguadas y uno ya ha ocupado todas las bengalas distractivas.

Principios de Julio 2007/ Se terminó. ¿Se terminó?

Ayer fui a hacerme la última quimio de este segundo ciclo. Antes de ir a la clínica, estaba como novia en la víspera del casorio. Nerviosa, ansiosa, expectante. Hasta me hice una sesión de fotos, preciosa según yo, para recordar los tiempos de peladita. Mis amigas me sugerían diversas posiciones para hacer gala de lo lampiña que he quedado luego de estas 8 sesiones de mierda. ¡La envidia de las chicas Play boy!!! Siempre pensé que la piel de las guaguas era muy suave por su juventud, pero ahora estoy convencida que se debe ¡a que no tienen pelos!

Antes de partir a la clínica me arreglé más que de costumbre, pues por alguna razón, cada día me he empezado a sentir mas fea, como si las drogas hubiesen comenzado retroactivamente a hincharme.

Mediados de Julio de 2007/ Rearmando los pedazos de Julieta

Hace ya una semana fue mi última sesión de veneno. Creo que nadie dimensionó la importancia que este 4 de Julio del 2007 tuvo para mi. Fue como cuando parí a mis hijos, tanta espera, tantos meses, tantos cambios físicos, para que en un momento, todo se acabe, se llegue al clímax de la campana de Gauss y todo comience a acomodarse en ti nuevamente, tu cuerpo comienza lentamente a volver a la normalidad, pero tu vida ya nunca será la misma. Eso fue para mi el día de mi ultima quimio. Recordé cuando me dijeron “son 8 sesiones”, cuando me hice la primera y dije “falta una menos, solo quedan 7”…cuando me hice la tercera y dije “quedan 2/3”. Pensé en todo lo que estaba dejando atrás. Parí mi sufrimiento ese día, lo bote, lo solté, lo superé, fui capaz, fui más grande, fui más fuerte, fui más sabia.

Sin embargo, estoy más triste, tal vez porque la excitación ya pasó y comienzo a hacer los balances. Tal vez porque como todo, el proceso para conseguir el objetivo fue más motivante que el objetivo en si. Terminé. Lo disfruté una milésima de segundo mientras estaba ahí, pero al día siguiente siento como un duelo, tal vez porque me han cortado el cordón y ahora deberé sobrevivir sola. ¿Qué pasa si voy a un control y me dicen “volvió el cáncer? Es decir, se termina la quimio, se corta mi cordón y tengo encima un stress nuevo: “Julieta, cuídate y no comentas nuevamente los mismos errores. Julieta, ¿te preocupaste estos 7 meses de mejorar tu alma?”

Hay días buenos y malos, hay días en que uno piensa desde un estado de ánimo positivo y otros al revés. Hoy me tocó el lado oscuro nuevamente. Es ahí donde se presenta la fragilidad emocional con que uno queda después de un evento de la magnitud del que tuve. Cualquier cosa posterior se enfrenta con las reservas de positivismo y racionalidad tendiendo a cero, con la sombra del cáncer acechando hasta en la aparición de una simple espinilla. Y es que cada vez que te haces un examen y les dices tu pedigrí, pasas a ser ciudadano de alto riesgo.

Es difícil esta etapa. Siento la falta de muletas, siento el miedo del niño que es dejado en su primer día de colegio solo. Siento rash de terror por la fragilidad de la existencia. Todo se mezcla. Un diagnóstico de hipotiroidismo posterior al tratamiento que me pillo de sorpresa y que coopera tal vez con este estado de ánimo. Una gordura no esperada, que sumada a la calvicie no ayuda en mi autoestima. No sé, muchas cosas sumadas y mezcladas que no dejan ver quien es el real responsable de esta sensación de angustia y tristeza.

Declaro haber sentido injusticia por este último diagnóstico. Pequeño, casi inocuo, pero no menos simbólico, porque ataca justo las dos cosas que trate de preservar en 7 meses de enfermedad: mi estética y mi ánimo. Nunca quise que me vieran mal, ni del alma ni del cuerpo. Aun en mis peores días me arregle y me rehíce la cara a punta de pintura y hoy estoy triste, a veces con pánico de un futuro que es incierto y con un cuerpo que desconozco.

He llorado harto estos días. Ilógico si pensamos que este periodo debió ser el más feliz.

Agosto 2007/ Comienza una luz

Han pasado 5 semanas desde mi última quimio, ya los remedios para la tiroides han hecho su efecto y estoy en mi peso nuevamente. Sin embargo no todo es positivo, mi estado de ánimo es muy cambiante, a veces me invade una angustia y una pena no menor. Siento una vulnerabilidad y una fragilidad paralizante. Hasta saco las cuentas de los años que debo resistir para dejar a mis hijos medianamente educados, son ellos los que me invitan a dar la pelea. Es increíble, pero los hijos son la razón por la cual a uno no le da lo mismo estar que no estar. Para mi, que no le tengo miedo a la muerte, realmente lo único que me complica de aceptar su invitación ahora, es el saber que tengo tres niños que me necesitan.

Aun no me crece nada de pelo, entonces siento que el despegue ha sido lento, que aun estoy inserta en el “club del cáncer”.

 

Octubre de 2007/ Aprendiendo a vivir con miedo

Mi ánimo esta mas firme, pero no por ello dejo de sentir cierta vulnerabilidad, cierta permeabilidad al medio. Cualquier situación me afecta mas de lo habitual. Estoy frágil. Quiero que el tiempo pase y borre un poco este presente, sentir que de alguna manera estoy dejando esto atrás, alejándome de un terreno hostil, sintiendo que cada día que pasa será un día ganado a la enfermedad, un día que estoy más lejos de ella.

Llevo ya dos semanas de radioterapia, que ha provocado dos efectos visibles: el primero, una preciosa y turgente pechuga, que cada vez se pone mas bella en comparación con su gemela. El segundo, esta preciosa pechuga viene de vuelta de un largo viaje al caribe exenta de bloqueador solar (negra, casi achicharrada).

Mi pelo ya asoma hermoso y completo, casi mucho para mi gusto.

Cada día me siento mas fuerte, he comenzado a retomar mi vida y la radioterapia es casi un trámite del que trato de zafar lo más rápido posible.

 

Noviembre 2007/ Tratamiento, tú y yo hemos terminado

Hace un par de días termine mi radioterapia. Me siento feliz, dichosa. Casi como acostumbro a sentirme el día de mi cumpleaños. Coincidió con una entrevista que me hicieron para una revista, lo cual hizo pública mi alegría y atrajo hacia mi las miradas (y mi vanidad saltaba de júbilo). Fue como que se me hubiese regalado la oportunidad de gritar a todo el mundo un “¡terminé!!!!!!, ¡Estoy sana!!!!!!!!!, ¡Estoy feliz!!!!!!!”. ¿Cuánta gente tiene una oportunidad así en su vida?

Como les decía a mis amigos, “¡cada uno es famoso como puede!”.

Enero de 2008/ Julieta, algo que nos quieras decir?

Hoy han pasado al menos 6 meses desde que terminé la radioterapia. Mi cuerpo volvió a la normalidad, prácticamente no hay vestigios del “evento” que viví el 2007. Digo prácticamente pues las cicatrices algo me recuerdan el pasado.

¿Cómo es mi vida después del cáncer? ¿Cambié? No lo sé. Creo que esa pregunta pueden contestarla quienes me ven día a día. Por mi parte, me siento menos tolerante, estoy más enojona, más exigente con los demás. Tal vez es una forma de no guardarme todo, de no pretender solucionar todo, de aguantarle menos al mundo, de sacar las rabias. Tal vez ya no me interesa ser la monedita de oro que le cae bien a todo el mundo, ya no quiero ser políticamente correcta.

Por otro lado, me siento con mas ansias que nunca de hacer cosas, diversas y distintas. Tengo ganas de escribir, de aportar, de dejar algo que trascienda. De aprovecharme. Me siento más inteligente, más despierta, más capaz. Quiero hacer.

Pero quiero hacer cosas que me sean gratas, que me apasionen. Escribir mis visiones acerca de lo que es ser mujer hoy, de cómo nos vamos exigiendo en cosas que finalmente no son relevantes para nosotros sino para nuestro entorno. Visiones de cómo nos hemos ido enfrascando en una competencia absurda por el éxito seriado en vez del éxito individual. De cómo ser exitosa en la vida tiene parámetros tan estandarizados, los que vamos copiando a costa de nuestros propios talentos y aspiraciones.

¿Por qué todas queremos ser flacas, jóvenes, andar a la última moda? (dictada por una multitienda). ¿Por qué todas queremos tener hijos inteligentes, que estudien en una universidad formal, vivir en una casa cada día mas grande y decorada como piloto?

¿Por qué luchamos tanto por la familia tradicional, muchas veces a costa de nuestra propia felicidad?

Tal vez eso me enseñó el cáncer: a entender que el tiempo es finito, que no debo vivir a largo plazo. A que estar flaca y regia, viviendo en una casa soñada y con una familia perfecta solo debe ser el resultado de una mujer plena y no una meta en si misma.

Hoy quiero hacer lo que me apasiona. Muchas veces mi mente corre a mil y los proyectos fluyen como ríos en ella. Es como si mis neuronas, medio aletargadas de tanto químico hubiesen revivido con fuerza.

Me han pasado muchas cosas en estos años. Creo que todas con un fin único que tal vez aun no logo comprender, pero que sin duda tienen que ver con la fragilidad, la humanidad y con el encontrar a esa Julieta antigua, esa llena de sueños locos que sentía tenía el mundo en sus manos. Esa que creía que podía lograr todo lo que se propusiera, pero no por soberbia, sino por pasión e ignorancia de las cortapisas que el mundo nos enseña. Fui niña tal vez mucho más tiempo que el resto, y esa mentalidad me llevó a pensar que no había nada imposible. Esa niña es la que quiero recuperar.

Sé que tal vez el destino aun me tiene preparadas muchas sorpresas, tal vez algunas desagradables. Pero sin duda estaré mejor preparada. Aprendí del dolor, de la angustia, de la pena y el miedo.

Soy mujer, simplemente eso.

Soy imperfecta y frágil.

Puedo caerme y puedo fallar.

Me volveré a parar una y otra vez.

Y eso me hace más mujer aún.

FIN

Outsourcing en la familia, cuidado con subcontratar demasiado.

In familia, reflexión, sociedad on noviembre 6, 2014 at 9:11 pm

Captura de pantalla 2014-11-03 a las 19.35.12Estaba yo el otro día con una amiga tomando tecito, cuando ella me dijo, en el contexto de una conversación «es que esto del outsourcing familiar es muy heavy«. Y a mi me quedó dando vueltas el concepto a tal punto que no me quedó otra que investigar, meditar y escribir al respecto. Encontré mucha información acerca del término outsourcing, pero nada acerca del concepto outsourcing familiar, tan inteligentemente utilizado por mi amiga.

Pero partamos por la Definición de Outsourcing: dícese del «Proceso mediante el cual una empresa externaliza una parte de su actividad, es decir contrata a una empresa externa para gestionar una parte de la compañía. Con este método, la empresa principal puede centrarse y mejorar en ciertas funciones y especializarse aumentando su eficiencia y ahorrando tiempo.

Beneficios de la subcontratación u outsourcing

Al contratar a una empresa más especializada en una tarea, ésta se realiza de forma más automática ahorrando así en costos

Controlar fácilmente tareas muy complejas que necesitarían una gran inversión de capital si la misma empresa las desarrollase

Seguridad de obtener un buen resultado

Inconvenientes de la subcontratación u outsourcing 

La empresa contratada no comparte la cultura de la empresa

Esta nueva empresa no conoce a los trabajadores, ni la forma de trabajo

No hay un compromiso moral de un trabajo bien hecho, dado que es una subcontratación, es decir, no forman parte de la empresa

¿Qué actividades subcontratar?

Es de vital importancia subcontratar aquellas actividades que no formen parte de las funciones o áreas que se consideren fundamentales para las empresas.”

(Fuente, e-economic.es)

Ahora, lleve esta definición a una familia (donde la familia es la empresa principal)…..tómese su tiempo…léala otra vez y vaya imaginando como se puede replicar esta manera de hacer las cosas en nuestra vida doméstica.

A mi, el análisis me pareció heavy (como dijo mi amiga), porque claramente hemos ido “outsourceando” muchas labores, funciones o incluso maravillas y beneficios de la vida familiar, descansando en que sean otras personas o a veces organizaciones que hagan la pega por nosotros.

Como dice la definición de outsourcing, la clave está en saber  que funciones externalizar y cuales no. Dice clarito, no externalice aquellas funciones fundamentales, vitales, estratégicas. El Core (corazón) del negocio que le dicen.

Bajo esa lógica, externalizar las labores domésticas podría considerarse correcto, porque no es una función estratégica ni core (a menos que el marido raye por verla con delantal batiendo la mayonesa…). Además, hay personas que seguro son más especialistas que usted y podría ahorrar tiempo dedicado a estas tareas para utilizarlo en las funciones estratégicas o core. Ejemplo, en vez del planchado, usted hace las tareas con su hijo. En vez del lavado, usted va al gimnasio.

La educación de los hijos, académicamente hablando, hace rato esta externalizada, y pareciera estar ok. Nadie pensaría que es rentable y eficiente montar un colegio en casa. Lo anterior no corre para príncipes y jeques árabes, evidentemente. Mención aparté también merece el home schooling, una tendencia muy interesante en que los padres han vuelto a tomar el rol de la educación y enseñan en casa a sus hijos.

Actividades extra programáticas es otros ítem aceptable de ser outsourceado. Clases de guitarra, fútbol, pintura, armado de rubix, macramé o cuanta cosa se le ocurra al niño, también es digno de outsourciarse, entendiendo es más barato y de seguro mejor hecho que si lo hace usted.

Pero dónde radica el problema? En que hoy pareciera haber un nuevo grupo de funciones que están dejando de ser estratégicas y están siendo delegadas, debido a que los padres han decidido que pueden se realizadas por empresa externas y así permitirles a ellos, la empresa principal, dedicarse a otras actividades. Qué vemos entonces? Qué la nana ya no tan sólo es quien hace las labores domésticas, sino que es quien acompaña, acaricia, aconseja, acurruca, contiene, entrega valores, etc. Y si la nana no es tan clever o simplemente no es tan comprometida con la empresa o con sus valores y cultura( uno de los riesgos del outsourcing descrito más arriba) los pobres cabros quedan a la deriva, con espacios vacíos o mal formateados.

Vemos esposas que hacen vista gorda a las «canitas al aire» de los maridos pues hace rato decidieron outsourcear hasta esa parte. Prefieren no ser molestadas y externalizar la función. No es core!

Vemos taxis afuera de las fiestas llevando niñitas de 15 años, curadas como piojo a su casa, porque sus papas decidieron que ir a buscarla a la fiesta no era estratégico, y podía ser outsourceado.

Vemos mamás que no amamantan porque es un cacho y el relleno que le da la enfermera a la guagua cumple la función. Además, así no la despiertan de noche, puede tomar y comer lo que quiera, las pechugas no le colgarán hasta el ombligo, etc, etc. Puros beneficios.

Vemos maridos que outsourcian la diversión de la mujer a través de una billetera bien gorda, para que ella se entretenga comprando o con las amigas y no joda mucho. (*)

Así entonces, tener una familia para alguien con amplios recursos económicos, pareciera ser algo bastante sencillo. Subcontratas todo lo que implica un esfuerzo o sacrificio y te quedas sólo con la parte entretenida. Cuando la guagua se caga o llora, se va con la nana o la enfermera. Cuando esta risueña y tú estas disponible, la tomas un rato, la regaloneas y todo bien.  Te enorgulleces de los logros de tus hijos, pero para los cachos contratas apoyo.

OJO. Yo no soy quien para criticar. Muchas veces he tenido que outsourcear funciones y actividades,  algunas bastante core y que me dolieron el alma. Tampoco tengo idea si outsourcear estas funciones será mejor o peor que no hacerlo. Tal vez a la larga no pasa nada y es puro rollo de mujer culposa. Lo único que creo es que, según aprendí en la universidad, las funciones estratégicas de una empresa  y aquellas que pretenden llevar «el sello cultural» de la misma, no se  subcontratan y como yo creo que la contención, la compañía, los límites y el cariño son core, trató cada día de hacerlos made in home. No es para naaaada fácil, a veces es enfermo de latero, cansador y exigente. También hay casos de padres que se ven forzados a outsourcear porque deben trabajar interminables jornadas para sacar a su familia adelante. Sin embargo, uno debe comprender que la pareja y los hijos no son una posesión que se tiene y se mantiene, sino que son una creación que debe ser esculpida, moldeada y acariciada cada día. La familia es sacrificio, postergación, empatía. Implica levantarse cuando se ha dormido 4 horas para jugar futbol con el hijo, implica ir a buscarlo a las tres de la mañana a una fiesta, implica querer tirarlo por la ventana de tanto mecerlo porque tiene cólicos y aún seguir meciéndolo, implica ceder el tiempo que tenías para ir a depilarte para llevarlo al dentista,  implica no dormir siesta ni ver la novela para salir a pasearlo al parque. Implica muchas, muchas veces, postergar tu desarrollo profesional por estar ahí para ellos. Y esos son sacrificios, pero cuando lo haces por alguien que amas tienen un sabor suave y dulce. Hacen bien al alma.

(*) este tipo de outsourcing es altamente demandado por muchas mujeres…reconozco que a mi también me gustaría que me mandaran a pasear con una unlimited card…